La artista cocina el arroz con leche tal cual se lo hacía su madre; la receta transmitida por su progenitora viene “cargada” de recuerdos, de olores de la infancia, de música, de mandatos, de juegos, de sueños…
Lo sirve en veintiuna compoteras descartables (por los veintiún años que duró su matrimonio), lo espolvorea con canela y coloca las compoteras en un tupper blanco y grande, disponiéndolas en tres pisos.
Con su vestido de novia puesto y abierto en la espalda porque “ya no le cierra”, carga el tupper y sale a la calle a convidar/repartir/compartir su arroz con leche, a cada uno que se le cruce en el camino le ofrece el alimento y con mirada perdida le dice “arroz con leche me quiero casar”.